He
escuchado muchas historias relacionadas con la presencia de Espíritus provenientes
del Más Allá. Hablar sobre este tipo de temas es complicado ya que hay mucho escepticismo
alrededor de él. Pero es algo que ocurre con bastante asiduidad y no podemos
permanecer ajenos a tantas manifestaciones que suceden a nuestro alrededor
todos los días en todos los lugares del mundo.
Mi
única experiencia con este tipo de Entes sucedió hace muchos años, en plena
adolescencia, cuando mis deseos de comunicarme con el “Otro Mundo” era una de
mis principales aspiraciones. Y ocurrió así…
Nos
reunimos un grupo de amigos en una vivienda que aún no estaba habitada. Pasábamos
los fines de semana allí como alternativa a ir de bar en bar. Teníamos una mesa
de plástico y varias sillas y poco más… Todo el piso era diáfano y permanecía a
la espera de que ser amueblado en un futuro aún lejano. Llevábamos varios días
hablando sobre hacer una Ouija y decidimos que aquella sería la noche que
daríamos el primer paso. No teníamos tabla apropiada así que improvisamos y con
papel y lápiz hicimos las letras, los números y el Sí y No. Pusimos una cruz en
el centro y una moneda grande sirvió como herramienta de comunicación con el Espíritu.
Al
principio nos lo tomamos a broma. Queríamos pasar un rato divertido para poder
contarlo a quién no había podido estar aquella noche con nosotros. Los allí
presentes pusimos los dedos encima de la
moneda y empezamos a preguntar: ¿Hay algún espíritu aquí? Si hay algún
espíritu que se vaya para el Sí. Fueron varias las veces que la
formulamos y no ocurría nada, así que empezaron las risas. Hubo quien mandó a
callar a los demás y volvió a preguntar otra vez más.
Para
sorpresa mía (y hoy en día que lo recuerdo se me pone los vellos de punta) la
moneda comenzó a moverse. Es más, se vino hacia mí. Yo estaba sentada frente al
crucifico que habíamos colocado. A todos nos entró el pánico ya que decían que
si el espíritu echaba la moneda hacia fuera de la Ouija se autoinvocaba y
permanecería allí con nosotros. Al parecer estábamos ante la presencia de un ser
maligno que no querría irse.
Sentí
la fuerza que ejercía la moneda sobre mi dedo y que empujaba hacia mi lado de
la mesa. Grité a los demás, al igual que la persona que estaba junto a mí, que si era una broma dejaran de
hacerla. Ví como todos levantaban el dedo y la presión seguía ejerciéndose. Fueron
momentos de angustia por no saber qué hacer. El miedo, la desesperación, la
inexperiencia… hicieron que uno de nosotros cogiera la moneda y le diera diez vueltas en la mesa para
despedir al Espíritu.
Nos
quedamos todos mirándonos sin saber qué decir. Nos preguntábamos si aquello que
habíamos hecho tendría repercusiones en un futuro. Habíamos escuchado
historias de Espíritus que se habían quedado en la vivienda y habían hecho la
vida imposible a sus habitantes. Al no saber qué hacer, sólo nos quedaba
esperar….
Fueron
años después en un visita a mi amiga en aquel mismo piso ya amueblado cuando
noté una presencia. No le dí mayor importancia pero se repitió en varias
ocasiones: sentía como alguien me observaba. Traté de concentrarme para ver si venía algo a
mi mente que pudiera esclarecer quién estaba allí sin ser invitado. Con
bastante nitidez me vino una imagen que aún hoy recuerdo. Se trataba de un
hombre de unos sesenta y pico de años; tenía la barba blanca, cejas canosas y
cabello totalmente blanquecino. No parecía estar enfadado y cuando quise
preguntar el motivo por el que estaba allí…su imagen desapareció.
Mi
amiga me contó que al día siguiente estaba acostada con su marido en su
habitación y escuchó el ruido de una silla al moverse. Fue a comprobarlo y
efectivamente vió que una de las sillas que estaban alrededor de la mesa se
había movido de sitio. Se asustó bastante al saber que había una
presencia allí.
Después
de aquel incidente no hubo más y todo se quedó con el tiempo en el olvido. Hoy
lo he rescatado de mis recuerdos para podértelo contar…
Si
quieres compartir tu experiencia escribe un comentario al final de este post o
envíame un e-mail a diariobrujablanca@gmail.com
Un
abrazo.
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