viernes, 27 de noviembre de 2015

La Leyenda de la Mandrágora

Desde siempre me gustaron las historias que hablaban de seres sobrenaturales, fuera de lo común, pertenecieran al mundo terrenal o al celestial. De una manera casi premonitoria me acerqué al mundo espiritual desde una edad muy temprana. Me atraía todo aquello que estuviera fuera del alcance de los sentidos. Mis pabellones auditivos parecían agrandarse cuando alguien se ponía a contar una  de esas leyendas urbanas que aún hoy en día circulan por todo tipo de lugares del mundo. Imagino que es algo innato del ser humano, me refiero a la curiosidad, al deseo de conocer más allá del entorno que te rodea.

Pasé toda mi infancia en un pueblo de unos veinte mil habitantes. No es que fuera un pueblo pequeño pero sí bastante tradicional y a veces también aburrido. Cualquier novedad era un deleite para mi mundo de fantasía.

Llegó al Instituto de Secundaria un profesor fuera de lo común. Impartía las clases con una metodología algo peculiar. Tanto era así, que en una ocasión nos hizo salir a la parte exterior del centro escolar y nos puso delante de una planta. El número de alumnos era bastante reducido ya que era una clase nocturna así que nos pusimos en círculo alrededor de ella mientras José María, que así se llamaba el profesor, comenzaba a relatar su historia…

         Aquella planta que tantas veces había visto y nunca me había percatado de ella se llamaba Mandrágora. José María nos contó que era la planta predilecta de las brujas. La utilizaban como alucinógeno. Danzaban desnudas  encima de sus hojas y les hacía imaginar que volaban, de ahí seguramente provenía el mito de la bruja que vuela encima de su escoba. En ese estado de éxtasis practicaban sexo con el ellas llamaban “El Carnero”, un hombre bien dotado que era utilizado para su satisfacción sexual. El semen de este hombre al caer servía de semilla para que germinara una nueva mandrágora, es por ello que sus raíces simulan a la figura humana cuando crecían. Según la leyenda eran fetos que no llegaban a nacer.

Aquella zona en la que nos encontrábamos, encima de un cerro, seguramente había sido un aquelarre de brujas en tiempos ancestrales pues  estaba poblada de mandrágoras, que crecían de forma silvestre.

También nos dijo que la mandrágora era altamente tóxica. Tocar sus raíces sin la protección adecuada podía provocar la muerte de la persona que la manipulaba.

Esta historia contada en aquel cerro, con el aquel frío invernal y con la luna de fondo que nos iluminaba desde el cielo, hizo que se incrustara en mi memoria para poderla contar muchos años después en este blog que escribo y que ahora estás leyendo.

En otro post contaré sus propiedades, hoy quería contarte una de sus leyendas. Espero que te haya gustado.

Si deseas ponerte en contacto conmigo, hazlo en diariobrujablanca@gmail.com


Un abrazo.

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