domingo, 20 de septiembre de 2015

Parte I. La sal como purificador natural.

La sal posee extraordinarias propiedades purificadoras. En el mar actúa como antiséptico y destruye las bacterias. Aunque el mar está sujeto a la misma contaminación destructiva que la tierra firme, el agua salada se regenera más rápidamente. La sal de los océanos es capaz de neutralizar y destruir parte de la contaminación biológica que infesta el litoral de nuestro planeta. El mar es un medio que se autorregenera completamente, propiedad que puede atribuirse a la sal que hay en el agua.


En muchas culturas la sal se ha utilizado tradicionalmente en rituales destinados a despejar y purificar la energía negativa. Las campanas de las iglesias se ungían con sal y agua para bendecirlas y bautizarlas antes de implorar a Dios que dispersara los malos espíritus mediante el poder de su potente sonido. Durante la celebración del bautismo, se unge a los niños con sal para ahuyentar a los espíritus malignos. 





Se cree que el uso prolífico de la de la sal entre los cristianos tiene su origen entre los romanos, que utilizaban esta sustancia para ahuyentar las negatividad. La costumbre de arrojar sal por encima del hombro izquierdo para prevenir la mala suerte es muy antigua. En otro tiempo, la sal era una sustancia muy valiosa, así que ¿qué sentido tenía tirar este producto tan preciado? Existía la creencia de que el “mal” se encontraba en el lado izquierdo de nuestro cuerpo y la bondad en el lado derecho. Al arrojar la sal por encima del hombro izquierdo, ésta inmovilizaba los espíritus malignos que estaban aguardando el momento propicio para hacer alguna maldad. Sea verdad o no, lo que realmente importa es que la sal era considerada un elemento primordial para neutralizar la negatividad.


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